Bienvenidos al Seminario Mayor de Manizales

120 Años Formando Pastores al Servicio del Evangelio

Nuestro Pastor

El Excelentísimo y Reverendísimo Señor José Miguel Gómez Rodríguez Arzobispo de Manizales nos da un saludo de parte del Señor y nos invita a hacer parte de nuestro Seminario Mayor de Manizales

Nuestra Historia

El 14 de diciembre de 1901 Mons. Gregorio Nacianceno Hoyos Yarza funda el Seminario Mayor. Ocho años después, un ex soldado de la Patria, herido en una de sus piernas durante la "Guerra de los mil días", atendiendo al llamado interior de la Vocación, se decidió a ingresar al Seminario Mayor para servirle a la Iglesia como Sacerdote. Tan pronto ingresa al Seminario, como signo de gratitud permanente, organiza un pequeño grupo de alumnos para que cada noche, al terminar la comida, lo acompañaran a orar, delante de un cuadro con la tradicional imagen de Nuestra Señora de los Dolores, para agradecer a ella por su vida y para encomendarle a su vez, junto con todos los alumnos del Seminario que quisieron atender su invitación, la vocación eximia a que habían sido llamados: el Sacerdocio Ministerial.

Se reunían a cantar himnos marianos, y el que había sido nombrado con antelación para hacer la reflexión, la pronunciaba y se paseaban frente al cuadro de la Virgen. Duraba aproximadamente 10 minutos, luego al final se cantaba y se rezaba el Santo Rosario en la Capilla.

1901

Nuestras Insignias

El escudo y la bandera fueron diseñados en el año 2020 por el Pbro. Dr. DIEGO ALBERTO URIBE CASTRILLON profesor de la Universidad Pontificia Bolivariana de la ciudad de Medellín y miembro de la Academia de Historia Eclesiástica de Colombia. Las cuatro rosas unidas en plata, hablan de la Virgen Santísima del Rosario, para que a su sombra se formen los futuros sacerdotes mirando los misterios de la vida de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote. El fondo azur (Azul), hace referencia a la sabiduría, a la contemplación, a la vida espiritual profunda en la que se forman los futuros pastores de la Iglesia manizalita. Las flores de lis, tomadas de la tradición heráldica, aparecen en los escudos como evocación de las virtudes teologales de la fe y caridad, iluminadas por la fuerza de la esperanza. Se refieren también a la nobleza de la raza caldense, afianzada en la piedad de los mayores. La aguja de la Santa Iglesia Catedral indica la flecha de la fe elevada hacia la gloria, emblema natural de la ciudad Arzobispal, signo de la pujanza noble del pueblo santo. La cruz arzobispal da identidad a la Iglesia particular en la que fue fundado el Seminario.

Escudo

Bandera

La Bandera está en dos campos, Azur y Blanco. Signos de la virtud y la fe que deben animar la formación de los Pastores según el Corazón de Cristo. Sobre los dos campos el escudo del Seminario.

Nuestros Formadores

Estos son los sacerdotes encargados por nuestro arzobispo José Miguel Gómez Rodríguez para nuestra formación para el ministerio sacerdotal.

De izquierda a derecha.

  • P. Jhon Edison Márquez Torres

  • P. Manuel Felipe Salazar Botero

  • P. José Abel Sierra Parra, PSS. (Rector)

  • P. Pedro Juan Jolicoeur PSS.

  • P. Jorge Eduardo Castellanos Ávila. PSS.

  • P. Efrén Zuluaga Buitrago

Seminaristas del año

Propedéutico
Comunidad de los II y III años de la etapa discipular
Grupo del I y II año de la etapa configuradora
Comunidad del III año de la etapa configuradora
Comunidad del IV año de la etapa configuradora
Nuestra Señora del los dolores "Corito"

El 14 de diciembre de 1901 Mons. Gregorio Nacianceno Hoyos Yarza funda el Seminario Mayor. Ocho años después, un ex soldado de la Patria, herido en una de sus piernas durante la "Guerra de los mil días", atendiendo al llamado interior de la Vocación, se decidió a ingresar al Seminario Mayor para servirle a la Iglesia como Sacerdote. Tan pronto ingresa al Seminario, como signo de gratitud permanente, organiza un pequeño grupo de alumnos para que cada noche, al terminar la comida, lo acompañaran a orar, delante de un cuadro con la tradicional imagen de Nuestra Señora de los Dolores, para agradecer a ella por su vida y para encomendarle a su vez, junto con todos los alumnos del Seminario que quisieron atender su invitación, la vocación eximia a que habían sido llamados: el Sacerdocio Ministerial. Se reunían a cantar himnos marianos, y el que había sido nombrado con antelación para hacer la reflexión, la pronunciaba y se paseaban frente al cuadro de la Virgen. Duraba aproximadamente 10 minutos, luego al final se cantaba y se rezaba el Santo Rosario en la Capilla.

A esta práctica familiar la llamaron espontáneamente "El Corito".

Cuando esta singular devoción llega a los veinticinco años de existencia se celebra con las mejores pompas y gratitudes a la Dolorosa Madre de Jesús que continuaba acompañando a los candidatos al sacerdocio de este Seminario. En 1935 se reunieron 8 diáconos listos para ser ordenados sacerdotes y decidieron dejar como recuerdo al Seminario una imagen de la virgen de los Dolores, ya que el cuadro original se encontraba deteriorado, así pues, se cambió el cuadro por

una pequeña y preciosa imagen de factura española que continúa acompañando hasta hoy a los seminaristas y formadores que seguimos acudiendo a ella semana tras semana para encomendarle la exigente vocación que hemos recibido. Se adquirió una placa de mármol, y se hizo una inscripción en latín. Fue el 7 de octubre de 1935 donde los mayores leyeron a los "chicos" la estrofa de la lápida conmemorativa:

"SANCTA VIGINTI TIBI QUI MINISTRANT QUINQUE POSTANNOS EAQUE ADPETENTES MARMORIS SACRANT LAPIDEM VENUSTI CARMINE AMORIS". (Después de 25 años, los que administran y los que piden las cosas santas te consagran esta lápida de hermoso mármol con un verso de amor).

El 9 de septiembre de 2010, fecha en que se celebró el centenario de esta devoción, la lápida conmemorativa reza: iSANTA MARIA, MADRE DOLOROSA! ¡EN ESTE CENTENARIO DEL “CORITO” SER FIELES PROMETEMOS A TU HIJO HOY Y POR SIEMPRE!

Conmemoraron entonces y ahora conmemoramos un suceso de casera sencillez en la vida del Seminario de Manizales. Seminaristas de hace cien años, con otros compañeros comenzaron a reunirse durante el recreo de la tarde para honrar a la Madre de Dios y hoy el Seminario celebra el Corito todos los viernes después de la cena. Hay un seminarista encargado semanalmente. Se inicia con un canto, seguido de la reflexión, se entona la salve, se reza un Ave María, y se termina con otro canto. Usualmente cuando tenemos los seminaristas nuestro retiro mensual, el Corito, entonces, es solemne, con procesión desde la sacristía del Templo, hasta el lugar donde reposa la imagen de la Virgen.

El "Corito de Nuestra Señora" es una catedra de amor a la Virgen Santísima, de fervor y entusiasmo por ella. El estímulo de todos se contagia, al oír reflexiones, participar de los cantos, el Rosario, todo va acrisolando más en nosotros el amor por la Madre de Dios. A Ella encomendamos la Arquidiócesis, el presbiterio, las vocaciones, y la querida comunidad del Seminario Mayor "Nuestra Señora del Rosario".

La celebración de esta admirable devoción, la presencia de la Madre Dolorosa entre nosotros, nos invita a todos los miembros de la comunidad de nuestro amado Seminario, a volver los ojos hacia la Virgen María en el misterio de su Soledad y su Dolor, para que descubramos o recordemos el papel, la misión que Ella desempeñó en la historia de la salvación, particularmente en los momentos decisivos de la vida de su Hijo, nuestro Salvador.

María Virgen al pie de la Cruz, padeciendo junto con su Hijo, entregada al martirio interior, como se lo había profetizado el anciano Simeón, es para todos nosotros la Virgen de la Esperanza. Más que una Virgen Dolorosa que inspiraba compasión, la tradición cristiana original nos la presenta como una Virgen valiente, llena de entereza, no derrumbada ni derrotada por el dolor sino "de pie" junto a la Cruz de su Hijo, llena de esperanza y de valor humano, moral y espiritual. Por esta razón, miramos hacia Ella, para aprender la actitud apropiada frente al dolor, al sufrimiento, a la prueba. Porque Ella sabía, desde lo más íntimo de su sacrificio, que el camino de la Redención, de la Salvación de la humanidad, al cual Ella había sido convocada como coprotagonista junto con su Hijo, era el camino del sacrificio pleno, de la entrega total a la voluntad del Padre. Ella vivió y experimentó a plenitud lo que hermosamente expresó el poeta antioqueño Roberto Muñoz Londoño: "No es el dolor un mal, no es un castigo. No es la fatalidad la que lo causa. No es la ira de Dios que nos azota, es el amor de Dios que nos abraza". Por esta razón, para todos nosotros la Santísima Virgen es el más grande estímulo para mirar más allá de la inmediatez del dolor, de la prueba; para adivinar y presentir a Dios, que viene coma un Dios Salvador, liberador, a través del sufrimiento. María Dolorosa, al pie de la Cruz, permite entrever la realidad del triunfo y de la gloria, que tras un breve padecer, espera a todo fiel creyente, y a todo elegido por Dios para el Ministerio Sacerdotal.

Nuestro continente latinoamericano ha sido definido como el mundo de los "pueblos crucificados". Particularmente nuestra amada Patria, Colombia, que ha padecido tantas dificultades, tantos dolores y opresiones, que en lugar de irse superando se han ido acentuando y agravando cada vez más y más. La injusticia, la violencia, la corrupción a todos los niveles, esta fatídica mentalidad que se fue creando y que se extendió por todo el país coma un virus mortal y que se podría definir coma la idolatría del dinero, con su séquito inconmensurable de terribles consecuencias: el irrespeto por la vida, honra y bienes de los demás; la pérdida de los valores y de las convicciones religiosas, el permisivismo y relativismo moral, etc. que nos arrastran a abismos insondables de miseria espiritual y material y que se convierten en fatal amenaza de auto-exterminio.

Sin embargo, aun en media de estas estremecedoras realidades, María Virgen, la Madre Dolorosa, ha sido y sigue siendo una presencia consoladora que genera en nosotros la esperanza y que orienta nuestra mirada hacia los valores sobrenaturales, hacia un cielo nuevo y una tierra nueva; en una palabra, hacia el Dios que nos salva, que nos libera, que nos ofrece todo lo que necesitamos para nuestra realización, nuestro bienestar y la convivencia en paz como hermanos, hijos del mismo Padre y de la misma Madre. Con rostro maternal, nuestro buen Padre Dios, se ha acercado a la humanidad, a nosotros, en la persona de la Santísima Virgen María. Ella es una sorprendente e inesperada revelación de los rasgos maternales del rostro tierno de Dios.

En media del sufrimiento y de todos los problemas y dificultades que podamos tener en nuestro mundo y en nuestra Patria, Dios nuestro amado Padre, no deja de mostrarnos su rostro tierno que suscita y fundamenta la esperanza; y este rostro es la persona misma de la Madre Dolorosa de pie junto a la Cruz de su Hijo y junto a las múltiples cruces de todos aquellos a quienes el Hijo nos la dio como Madre en la persona del discípulo amado, cuando le dijo: "ahí tienes a tu Madre".

Los enfermos, los pobres, los mutilados, las viudas, los huérfanos, los amenazados, los calumniados, los perseguidos, las víctimas de la extorsión y de los atentados, los secuestrados, los difamados, los que padecen de cualquier modo por causa de su fe y de su compromiso cristiano, que levanten sus ojos confiados a María la Madre Dolorosa; en su rostro, en su persona firme y serena encontrarán la lección sobrenatural del sufrimiento salvador y redentor, y en su maternal amor hallarán la ternura misma del Dios Padre que nos ama, como nunca nadie nos ha amado y que nos libra y nos salva de todos los aprietos y angustias del diario vivir.

La actual pequeñita y expresiva imagen de Nuestra Señora de los Dolores frente a la cual celebramos cada viernes "El Corito", con su rostro levantado hacia el infinito de Dios, con sus ojos fijos en la gloria, con sus manos estrechadas conteniendo y abrazando con pasión el dolor de la espada profetizada por Simeón (Le 2,35) y que atraviesa su corazón, en un martirio incruento, es para todos nosotros, sus devotos, el modelo de lo que debe ser nuestra existencia diaria.

La intuición de quienes iniciaron esta devoción al misterio de su dolor no deja de ser profundamente significativa: sólo puede ser grande y valioso a los ojos de Dios lo que se construye a través y por media del sacrificio, como lo hizo ejemplarmente Jesús, su Hijo, y como lo hizo la Virgen María, nuestra amada Madre.